Que alguien les diga a Emmanuel Lubezki (El Chivo) y a Alejandro González Iñárritu, que no son de este planeta, que su trabajo en The Revenant, El Renacido, es inefable.
Premios a lo mejor del cine
A un día de que se realicen los premios Oscar 2020, queremos recordar uno de los filmes con más nominaciones de esta premiación, nos referimos a The Revenant, El Renacido.
El filme estuvo nominado en 12 categorías, incluyendo Mejor Película, Mejor Actor y Mejor Director. Las 3 más peleadas o esperadas por el público y la Academia.
Al final la cinta de Iñárritu consiguió las estatuillas a Mejor Director, Mejor Actor y mejor Fotografía.
Secuencias
Una de las cualidades de Alejandro González Iñárritu es explorar el lado humano de cada uno de sus protagonistas. Lo vimos desde Amores Perros y en The Revenant no cambió.
Tiene la facultad de presentarnos personajes tan reales que te reflejas en ellos en determinada situación. Son viscerales, se transforman en toda situación tanto física como emocional, se elevan al punto máximo para transportarte a su esencia.
Nos llevan al peor de los infiernos, en la muerte en vida y a la supervivencia pasando por innumerables acontecimientos.
La consagración
En esta filme Leonardo DiCaprio por fin obtuvo el Oscar, que anteriormente se le había negado. El actor transmitió gran carga de emociones, tan sólo con gestos y miradas en el papel de Hugh Glass, que demandó de él niveles de excelencia, al tener que lidiar con las condiciones extremas de 40 grados bajo cero del invierno canadiense en Calgary y de la gélida Patagonia argentina.
Dejó de ser el niño bonito y lindo de Hollywood para lucir una barba repugnante de un año, desgastar su físico para verlo deplorable, comerse un hígado de bisonte crudo real en una escena, morder un pez vivo, dormir sobre animales reales muertos y mostrar una dentadura totalmente desalineada y que seguramente expulsaba un fuerte hedor.
Sinergia cultural
The Revenant El Renacido centró su narrativa en la historia de Hugh Glass (DiCaprio), un cazador y comerciante del siglo XIX que, quien tras ser atacado por una osa y hacerlo trizas, es abandonado por sus compañeros a la mitad de la nada, por lo que emprende una larga y sinuosa travesía para vengarse del siniestro Fitzgerald (Tom Hardy).
Lo que Iñárritu propuso fue más allá de un filme taquillero, fue una experiencia sensorial, y en muchos momentos también espiritual, en la que nos congelamos de frío, padecimos un insoportable dolor –físico y emocional-, nos devoró el miedo.
Pero también vimos la comunión que existe entre los seres humanos, en cómo nos podemos ayudar y salvar de la muerte por el simple hecho de ser iguales, no importando ni raza, ni religión, ni creencias.
En un mundo de igualdad
Todo eso queda atrás cuando te postras frente a otro ser igual a ti y sabes que te necesita para sobrevivir. Quedó demostrado que el lenguaje y formas de vida no son necesarias para compartir instantes de hermandad y felicidad.
Cuando hay empatía la forma más rupestre de comunicación es la que puede formar una unión entre dos personas ansiosas de vivir y de sobre llevar tempestades.
Con lo anterior me refiero, principalmente, a la escena donde Glass está con el indio bajo unas ramas y comienza un juego entre los dos por cachar la nieve con la lengua.
El mensaje fue simple, unidad y fraternidad de ambos personajes, una gran enseñanza en estos tiempos tan mundanos donde lo más importante para muchos es lo material, la cantidad de lo que tienes y, supone, te hace mejor persona ante los demás.
Visión enfática
La primera media hora es simplemente una dosis de estética visual, de paisajes oníricos que te transportan, o al menos te hacen querer respirar, probar y degustar tan excepcionales escenarios.
Usar un gran angular fue la mejor decisión de Lubezki e Inñárritu. No dejan nada de lado, todo está plasmado a la perfección, ves más allá de lo que puedas imaginar, no queda ni un detalle fuera del contexto.
Nos lleva de un lugar a otro como si fuéramos un personaje más en la batalla. Esto es solo el aperitivo. Luego nos espera lo mejor, el acontecimiento que supone el principio del increíble calvario de Glass, filmado otra vez en un solo plano, tras el cual, te sumerges en la agonía del personaje y su propio calvario.
Original
Si hemos alabado tanto The Revenant es por todo lo que implicó realizarla, y la forma en que se entregó tan excelsa cinta. Los principales aderezos sin lugar a dudas, fueron que se utilizó luz natural para filmarla, sin embargo, este método provocó que algunos días de trabajo sólo fueran de 90 minutos, exponiendo al equipo de producción a bajas temperaturas por periodos prolongados.
Tras el lento ritmo de grabación, el costo sería de 60 millones de dólares, sin embargo, se incrementó a los 135 millones.
El realizador puso todo de su parte y de su genialidad para que la película se acercara lo más posible a la realidad de los acontecimientos. Fue por tal motivo que Iñárritu convenció a DiCaprio de comer el hígado de un bisonte aun siendo vegetariano el actor.
En una entrevista, el histrión comentó: “Alejandro tiene una persistencia que es necesaria para hacer algo de esta magnitud. Cada día está luchando por la autenticidad. Es perfeccionista hasta los extremos. Pero eso es lo que quiero como actor”.
Por su parte, Emmanuel Lubezki describió El Renacido de la siguiente forma: “Fue la película más difícil. Di todo lo que pude; en términos de mi habilidad como cineasta y de mi capacidad física. Ha sido una experiencia extraordinaria trabajar con el increíble Iñárritu.
Las conclusiones
¿Una obra de arte? ¿La mejor cinta del mexicano? Estas son preguntas que cada quien podrá responder con su criterio y su forma de apreciar el trabajo cinematográfico.
Lo que sí queda claro, es que El Renacido causó furor por su forma de filmación y todo lo que se habló alrededor de ella.
Actualmente El Renacido se encuentra disponible en la plataforma Netflix, si no la has visto, ojalá te des la oportunidad de disfrutar esta excelente película, si ya la viste, nunca esta demás revivir el gran trabajo de Alejandro González Iñáritu.
Melómano por naturaleza y comunicólogo de profesión. Amo el vino tinto, el mezcal y escribir sobre autos, cine, música, gastronomía, tecnología y todo lo relacionado con estilo de vida.
Soñaba con ser rockstar, pero la vida me llevo por otro camino y aquí me tienen, plasmando con letras varias historias.